París era una fiesta

Patricia García Herrero.

París esconde entre sus calles rincones que acogieron a grandes escritores del siglo XX. Los cafés del Boulevard de Saint-Germain, Les Deux Magots y La Flore, fueron testigos del nacimiento de vanguardias como el Surrealismo o el Existencialismo. Autores como Hemingway o Albert Camus escribieron parte de sus obras sobre las mesas de estos locales próximos al Barrio Latino y La Soborna.

Vista nocturna de París

El pasado puente de la Constitución decidí darme un paseo por las calles de París. Una vez superado el mal tiempo de la zona centro-europea y escapando por unas horas de la huelga de controladores, aterricé en el aeropuerto Charles de Gaulle. De allí, un tren viejo con asientos tapizados y desgastados me llevó hasta la estación Gare du Nord. Mi hotel se encontraba en el distrito 20 de la ciudad, alejado hacia el sureste, así que aun tuve que coger el metro y recorrer la Ciudad de la Luz por su oscuro subsuelo. Una vez que deje mis maletas en el hotel de dos estrellas, el cual en España no pasaría de pensión, me dirigí a la otra punta de París para contemplar por primera vez su símbolo y su orgullo: la Torre Eiffel.  Ascendí solo hasta el mirador de la segunda planta, llegar hasta su cúspide con ocho grados bajo cero era una odisea que no pasó por mi mente. Desde allí, con los últimos rayos del día contemplé la ciudad que se extendía más allá de donde alcanzaba la vista. París, la bella París, cantada por tantos poetas, retratada por infinidad de artistas. Una ciudad llena de contraste donde puedes por igual perderte en las callejuelas medievales del Barrio Latino o en las grandes explanadas del Louvre o de la Plaza de la Concordia. La cúpula de los Inválidos o la aguja de Notre Dame se perdían en un mar de casas señoriales con tejados abuhardillados. Y en medio, la columna vertebral alrededor de la cual se levantan los barrios más emblemáticos, el Sena. “París bien vale una misa”, ya lo dijo Enrique IV, si bien en un contexto diferente, pero se trata de una cita adecuada para referirse a la capital francesa.

Les Deux Magots en los años 30

Pero no había sido solamente la contemplación de sus históricos bulevares, la suntuosidad de sus museos o la belleza gótica de sus iglesias lo que me había llevado hasta allí. Desde hace años tenía una añoranza por descubrir los rincones  literarios donde cruzaron ideas tan grandes artistas como Albert Camus, Jean-Paul Sartre o André Breton. Hay dos lugares que se disputan el prestigio de haber acogido a los principales escritores franceses del pasado siglo y los dos distan muy pocos metros entre sí en el mítico Boulevard Saint-Germain, en el barrio del mismo nombre. El primero con el que te encuentras al bajar en la parada del metro de Saint-Germain-des-Prés es Les Deux Magots (francés). Este café fue fundado en 1812 como una tienda de novedades y originalmente se situaba en la rue de Buci. En 1873 se trasladó a su localización actual y en 1885 se transformó en una licorería de café. Ahora el nombre está escrito sobre un toldo verde oscuro que cubre una terraza atípica para esta época del año, aunque es frecuente en la mayor parte de bares y restaurantes parisinos. Dos árboles de Navidad flanqueban la entrada al ambiente cálido del interior que me refugió del aguanieve que caía fuera. Les Deux Magots ha jugado siempre un papel importante en la vida literaria de París.  Sentada en aquellas mesas me pareció ver a Guillaume Apollinaire compartiendo sus ideas vanguardistas con André Breton, Antonin Artaud o Paul Eluard y que se constituirían como el nacimiento de la corriente Surrealista.  Por allí pasaron también un joven Ernest Hemingway, que narraría su estancia en la capital en su novela “París era una fiesta”, o Simone de Beauvoir, figura del Existencialismo. Allí Picasso se encontró por primera vez con Dora Maar en 1935.

La Flore a mediados del siglo XX

Unos pocos metros más arriba en la esquina de Saint-Germain con Saint-Benoit se encuentra otro de los rincones literarios míticos de París, el Café de Flore (francés). Fue fundado durante la Tercera República, alrededor de 1887. Durante sus inicios fue frecuentado por intelectuales de la extrema derecha, pero fueron personajes de corrientes completamente opuestas los que le dieron fama. Es el caso de miembros del Partido Comunista Francés como el escritor surrealista Louis Aragon o la autora de la novela “Un dique contra el Pacífico”,  Marguerite Duras. Fue un lugar habitual de encuentro para escritores durante los años treinta. El poeta Jacques Préverte y sus amigos del «Grupo Octubre» se reunían allí, lo mismo que el novelista Albert Camus, autor de “El Extranjero” o el filósofo Jean-Paul Sartre que llego a decir de este café: «Durante cuatro años, los caminos del Flore fueron para mí los caminos de la libertad». Otros visitantes muy reconocidos fueron Truman Capote o Lawrence Durrell. En la actualidad, al igual que el anterior, el nombre se puede ver escrito en un toldo blanco bajo macetas llenas de flores. Una hilera de lámparas redondas iluminan la terraza y las cristaleras por las que puede verse el interior decorado con estilo Art decó. El café creme me supo delicioso al saber que fue el mismo que probaron grandes figuras de la literatura contemporánea.  Allí sentada no puedo si no estar de acuerdo otra vez con Enrique IV de Francia, París bien vale una misa, y una procesión y una novena.

1 comentario

  1. Amante del Hemingway de «París era una fiesta», de Les Deux Magots y de todo aquel mundo literario, agradezco que todavía exista gente que ame todo esto. Por cierto, ¿conoces la librería Shakespeare and Company, junto al Sena?
    Un saludo afectuoso desde Madrid.


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